Tuve la suerte de tener a Estel en el Parc Taulí de Sabadell. Y digo la suerte porque Estel y yo estuvimos pegadas la primera hora y media después de su salida victoriosa de mi panza gracias a la teta.
"Qué buen agarre!" decían todos. Y yo orgullosa.mami.teta porque la segunda noche de su vida no se había querido desprender en 6 horas...
Y así contentos a casita. A empezar. A con-vivir. A jugar. Todo era ilusión por la buena expectativa. Nuestro único propósito como papis era no ser demasiado primerizos. Y amar, amar y amar. Con absoluta confianza, decidimos atender a Estel en la Salud Pública para contener un poco nuestras posibles urgencias primerizas.
Pero algo comenzó a no ir bien.
El dolor? Era lo de menos, había que aguantar, por ella... No tenía idea pero sí habíamos hablado en las clases de preparación al parto de la reacción física durante las primeras subidas , por qué no podía ser doloroso también dar el pecho?
Estel lloraba. Demasiado. Y no me venían las intuiciones de las que todos hablan. No. No intuía nada, sólo sabía que quería que se calmase... quería ayudarla a incorporarse en esta vida con más calma... pero no sabía cómo!
Mil cosas nos recomendaron. Amigos. Familiares. Médicos... porque si, evitamos caer en urgencias pero no pudimos salvarnos de la primera consulta anticipada. Nada funcionaba. Aunque parecía (y parece) claro que si un bebé está sano y llora: o llora porque tiene calor/frío, o llora porque está sucio, o llora porque quiere contacto, o llora porque tiene hambre.
Ufff y acá empiezan todas esas teorías que no hacen más que confundirte porque las hay para cada gusto, necesidad y circunstancia.
Obviamente tachadas todas las primeras alternativas,
¿Estel lloraba de hambre?
Desesperados nos fuimos de esa primer consulta, cuando nos dijeron que no estaba aumentando de peso correctamente... que el peso lo decía todo, y que evidentemente no le pasaba nada más que hambre. Sin querer presionarnos (así lo expresaron), destacaron : si en el primer mes de vida el bebé no gana no-se-cuánto podría provocarse un daño irreparable en su salud física y/o mental. Preguntaron si Estel tomaba pecho o biberón... e intentaron disuadirme de la lactancia materna de forma 'respetuosa': tienes que entender que es importante que se alimente, dale 30ml después de cada toma.
Salimos de allí creyéndonos que lo estábamos haciendo muy mal... nada menos que poner en peligro la salud de nuestra bebé.
Corrimos directo a la farmacia de turno a comprar lo necesario. Y aunque lo intentamos, siempre hubo algo en mí que se resistió... Fue porque no resultó fácil que agarrara el biberón a pesar de la insistencia? O porque en la desesperación por alimentarla usamos hasta jeringuilla y dedos pero tampoco fue posible colarle el alimento necesario? O porque nunca aceptó ni el chupete como soborno para calmarla? O porque sólo la veíamos calma en la teta?
Obviamente una vez diagnosticado por enfermera y pediatra de nuestro Cap en Barcelona que Estel no recibía suficiente alimento, debimos concurrir cada semana para controlar su peso
... y en cada visita nos llevábamos una frase matadora:
"HAZTE A LA IDEA DE QUE ERES DE LAS QUE NO TIENEN LECHE"
"NO PODRÁS DAR EL PECHO"
"NO TIENES SUFICIENTE LECHE, DEBES CUIDAR DE ALIMENTARLA BIEN"
"TE RECOMIENDO QUE NO SE CONVIERTA EN UNA OBSESIÓN"
"NO ESTÁS AYUANDO A EVOLUCIONAR BIEN SU SISTEMA DIGESTIVO"
Aquellos días yo era una teta postrada a merced de lo que necesitara mi hija. Recuerdo estres. El ruido del saca leches para no perder la poca producción que parecía claro que tenía. La culpa por insistir con el pecho cuando no estaba siendo bueno para Estel. La anulación personal porque el problema se estaba convirtiendo en algo irresoluble y la preocupación era la única reina de aquel espacio. Y el dolor en mis pezones que ya me hacía saltar las lágrimas a chorretones en cada toma a demanda (que era cada hora). Desolación y mucha sensación de soledad.
Afortunadamente Estel empezó a responder en la báscula tal como la enfermera y pediatra esperaban, y nosotros claro. Y entonces el dolor empezó a ganar su importancia, tanto que recién fui capaz de comenzar a hablar de ello fuera de la consulta pediátrica (en la que me habían recomendado pezoneras como única respuesta a lo que estaba aconteciendo...!!!)
Aceptaba todo, pero veía claro que no iba a continuar con el pecho si continuaban esas lágrimas por el dolor ya que la transmisión y contacto madre-hija NO podía ser buena de esta manera... asi que nos dí la última oportunidad recurriendo a internet, foros y amigas pro-lactancia materna (cosa que me producía cierta vergüenza, lo confieso)
Y la historia acaba cuando gracias a la derivación acertada de estas amigas y el grupo de Alba Lactancia, terminamos en una consulta pediátrica privada de Gava donde Luis detectó inmediatamente frenillo corto tipo 3 en Estel.
Si. Toda la odisea siempre estuvo relacionada con la mala succión de mi hija debido a su frenillo corto (anquiloglosia). Frenillo que ni su pediatra ni enfermera controlaron en el momento debido ni dieron importancia aún luego de comentarles los resultados de nuestra consulta privada. Muy por el contrario descalificaron la importancia del frenillo con un "bueno... hay muchas opiniones siempre..." y el gesto de una sonrisa irónica casi sincronizado que nunca olvidaré.
Intervenido y solucionado su frenillo corto (frenectomía), llegó la lactancia. Sin ninguna dificultad más al día de hoy, excepto la inseguridad que permaneció en mi durante mucho tiempo...
Yo, que no tenía leche...
Mirando hacia atrás, no dejo de preguntarme cómo hubiese transcurrido ese primer mes y medio de nuestras vidas con Estel si la pediatra y enfermera del Cap hubiesen controlado el frenillo y diagnosticado su pequeño problema luego de manifestarles nuestras vicisitudes. Problema más habitual de lo que se cree con los recién nacidos de hoy día.
Por todo esto, cada vez que escucho "yo no tenía leche" no puedo evitar pensar que a mi me convencieron de que yo tampoco...